El rey de su corazón by Cathie Linz

El rey de su corazón by Cathie Linz

autor:Cathie Linz
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
publicado: 2015-11-14T00:00:00+00:00


–¿Lo hiciste? –le preguntó Celeste a Claude Guignard, su amante, al recibirlo en el apartamento que ella tenía alquilado en el centro de St. Michel y cuya existencia era desconocida para todo el mundo en palacio–. ¿Lo has matado?

–No es tan fácil; ya sabes que tiene que parecer un accidente.

Ella se apartó de él, mirándolo con desaprobación.

–La gárgola estuvo a punto de darle, y esta noche también ha faltado muy poco para que le alcanzara un poste de hierro –se excusó él.

La dura expresión de ella se suavizó y se transformó en una sonrisa.

–Quizá exista alguna solución mejor que matarlo.

–¿Como cuál?

–He invitado a alguien muy importante a que se reúna conmigo aquí.

–¿A quién?

En ese momento, llamaron a la puerta.

–Debe de ser él –dijo Celeste–. Abre.

Claude la obedeció, como siempre.

–Me alegro mucho de tenerte aquí esta noche –le dijo ella a su invitado, con la mejor de sus sonrisas.

–Su invitación era tan fascinante que no podía rechazarla, Majestad –contestó Berg Dekker, agarrando la mano de ella y haciendo una reverencia antes de besársela.

Lo hizo con un gesto evidentemente seductor, que despertó los celos en Claude.

Berg era un hombre alto y frío; un empresario que se había ganado el sobrenombre de Iceberg por el modo desapasionado con el que conseguía todo lo que se proponía. Los ecologistas lo acusaban de que sus plantas químicas y sus refinadoras de petróleo no cumplían la normativa en relación al medio ambiente. Pero eso a Celeste le daba igual. Lo único que le importaba era que se trataba de un hombre rico y con muchas influencias. Y también por su fama de donar grandes cantidades de dinero para fundaciones culturales y actos de caridad. Su poder unido al de ella sería una formidable alianza.

–Claude, ya conoces a Berg Dekker, uno de los hombres de negocios más poderosos de toda Europa. Y como bien sabes, Berg, Claude es el ministro de Energía de St. Michel.

–Si se trata de ese dinero que cambió de manos hace unos meses –comenzó a decir Claude.

–Tranquilo, Claude –le dijo Celeste–. Esta reunión no tiene nada que ver con los sobornos que has estado aceptando durante años por parte de Berg.

–Ah, ¿no? –Claude pareció aliviado.

–Por supuesto que no. Os admiro a ti y a Berg por haber hecho un trato del que ambos salís beneficiados. Y ahora, sírvele a nuestro invitado una copa de vino.

Claude hizo lo que ella le había ordenado.

–Brindo por un próspero futuro para todos nosotros –dijo entonces Celeste, levantando su copa.

Al chocar Berg su copa, Celeste vio cómo sus ojos azules brillaban, interesados. Entonces ella se hundió en el sofá y adoptó una pose elegante. Llevaba un vestido de Valentino que dejaba al descubierto sus largas piernas.

–Sentaos –dijo ella, señalando los extremos del sofá.

Berg se situó a la derecha de ella y Claude se sentó a su izquierda.

–Berg, he oído que te gustaría que Rhineland se anexionara St. Michel. Sé que para tu negocio te vendría bien acceder a nuestro río sin tener que pagar ningún impuesto. ¿Es eso cierto?

–Sí.



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